martes, 26 de noviembre de 2013

Para debatir (Felipe Dapoza)



Como no quería alargarme mucho más en el articulo anterior, añado simplemente una conversación que recrea Enrico Malatesta entre dos campesinos. Se trata de una conversación ficticia pero muy sugerente. Simplemente por debatir sobre “trabajo” y “esfuerzo” que con tanto bombo y platillo hablan en el artículo.


Pepe.- Sobre esto tienes todas las razones, pero volvamos a nuestro pensamiento. ¿Es verdad o no que queréis apoderaros de los bienes ajenos?.
Jorge.- No es verdad; nosotros no queremos quitar nada a nadie; pero queremos que el pueblo tome los bienes de los señores, los bienes a quien los tiene, para ponerlos en común para todos. Al hacer esto el pueblo no quitaría nada a los demás, sino que entra- ría simplemente en posesión de lo que es suyo.
Pepe.- ¿Cómo es eso? ¿Es que son nuestros los bienes de los amos?.
Jorge.- Ciertamente: son bienes nuestros, son bienes de todos. ¿Quién ha dado esas riquezas, a los señores? ¿Cómo han hecho para ganárselas? ¿Qué derecho tenían a posesionarse de ellas y qué derecho tienen a conservarlas?.
Pepe.- Sé las han dejado sus antepasados.
Jorge.- ¿Y quién las dio a sus antepasados? ¡Cómo! Algunos hombres más fuertes y más afortunados se posesionaron de todo lo que existe, obligaron a los otros a trabajar para ellos y, no contentos con vivir ellos en el ocio, oprimiendo y condenando al hambre a la gran masa de sus contemporáneos, dejaron a sus hijos y a los hijos de sus hijos las riquezas que habían usurpado, condenando a toda la humanidad futura a ser esclava de sus descendientes, los cuales, enflaquecidos por el ocio y por el hecho de poder hacer todo lo que quieren sin dar cuenta a nadie, si no lo tuviesen todo a mano, y quisieran ahora arrancárnoslo por la fuerza como hicieron sus padres, nos causarían verdaderamente piedad. ¿Y a ti te parece justo todo esto?.
Pepe.- Si se tomaron los bienes por la fuerza, entonces no. Pero los señores dicen que sus riquezas son el fruto del trabajo, y no me parece que esté bien el quitar a uno lo que ha producido con sus esfuerzos.
Jorge.- ¡Eso es, siempre la misma historia! Los que no trabajan y no han trabajado nunca, hablan siempre en nombre del trabajo. Ahora, ¿cómo se produce y quién ha producido la tierra, los metales, el carbón, las piedras y otras cosas semejantes? Estas cosas, las haya hecho Dios o existan por obra espontánea de la naturaleza, lo cierto es que todos, al venir al mundo, las hemos encontrado; por tanto deberían servir para todos. ¡Qué dirías si los amos se quisieran apoderar del aire para aprovecharlo ellos y darnos a nosotros sólo una pequeña parte y de la más maloliente, haciéndola pagar con sacrificios y sudores? La única diferencia entre la tierra y el aire es que han hallado para la tierra el modo de apoderarse de ella y dividirla entre ellos, y para el aire no; pues si encontrasen el medio, harían con el aire lo que han hecho con la tierra.
Pepe.- Es verdad; esta me parece una razón justa; la tierra y todo lo que no ha hecho nadie, deberían ser de todos... Pero no todas las cosas se han encontrado bellas y listas.
Jorge.- Ciertamente, hay muchísimas cosas que han sido producidas por el trabajo del hombre, la tierra misma no tendría sino poco valor de no haber sido desmontada y abonada por la obra humana. Y bien, esas cosas deberían por justicia pertenecer a quien las ha producido. ¿Por qué milagro se encuentran precisamente en manos de aquellos que no hacen nada y que no han hecho nunca nada?.
Pepe.- Pero los amos dicen que sus antepasados han trabajado y ahorrado.
Jorge.- Y deberían decir, en cambio, que sus antepasados han hecho trabajar a los demás sin pagarles, lo mismo que se hace ahora. La historia nos enseña que las condiciones del trabajador han sido siempre miserables y que, lo mismo que ahora, el que ha trabajado sin explotar a otros, no sólo no ha podido hacer nunca economías, sino que no ha tenido siquiera bastante para aplacar el hambre. Observa los ejemplos que tienes ante los ojos: todo lo que producen los trabajadores, de mano en mano, ¿no va quizá a manos de los patronos que se contentan con mirar? Hoy uno compra por poco dinero una parcela inculta y pantanosa; pone allí hombres a quienes apenas da lo necesario para que no se mueran de hambre de golpe, y queda en el ocio de la ciudad. Después de algunos años aquel pedazo inútil de tierra se ha convertido en un jardín y vale cien veces más de lo que valía al comienzo. Los hijos del amo, que heredarán ese tesoro, dirán que disfrutan por los sudores de su padre y los hijos de los que han trabajado y sufrido realmente continuarán trabajando y sufriendo. ¿Qué te parece?.
Pepe.- Pero si verdaderamente, como tú dices, el mundo ha marchado siempre como ahora, no hace falta decirlo, a los amos no les correspondería absolutamente nada.
Jorge.- Pues bien, quiero suponer todo a favor de los amos. Dejemos sentado que los propietarios fuesen todos hijos de gente que ha trabajado y ahorrado y los trabajadores hijos todos de hombres holgazanes y malgastadores. Ten presente que es un absurdo lo que digo, pero sin embargo, aunque las cosas estuviesen así, ¿habría por eso tal vez mayor justicia en la actual organización social?. Si tú trabajas y yo hago de vagabundo, es justo que sea castigado por mi holgazanería; pero no es justo por esto que mis hijos, que podrán ser buenos trabajadores, tengan que reventar de cansancio y morir de hambre para mantener a tus hijos en el ocio y en la abundancia.
Pepe.- Cosas son esas en las que no puedo menos que darte la razón; pero entre tanto los señores poseen los bienes, y al fin y, al cabo debemos darles las gracias, porque sin ellos no se podría vivir.
Jorge.- Sí; poseen los bienes porque los han obtenido con la violencia y los han aumentado apropiándose del fruto del trabajo de los demás. Pero del mismo modo que nos los han quitado, pueden dejarlos. Hasta hoy en el mundo los hombres se han hecho la guerra unos a otros, han buscado el modo de quitarse el pan de la boca y cada uno ha hecho lo posible para someter a su Semejante y servirse de él como una bestia. Pero ya es tiempo de que esto concluya. En hacernos la guerra no ganamos nada; el hombre, precisamente, sólo ha ganado miseria, esclavitud, crímenes, prostitución y, además, de tanto en tanto, alguna de esas sangrías llamadas guerras o revoluciones. Si, al contrario, nos pusiéramos de acuerdo, amándonos y ayudándonos los unos a los otros, no existirían tantos males, no habría quien tuviera mucho y otros poco, y se buscaría la manera de estar todos lo mejor posible. Sé bien que los ricos, que se han habituado a mandar y a vivir sin trabajar, no querrán saber nada cuando se trate de cambiar de sistema. Veremos lo que dicen. Si quisieran comprender por las buenas o por miedo, que el odio y la superioridad entre los hombres no deben existir y que todos deben trabajar, tanto mejor; pero si, por el contrario, quieren continuar gozando del fruto de la violencia y del robo de sus antepasados, entonces la solución es fácil. Por la fuerza se han apropiado de todo lo que existe; pues por la fuerza nosotros se lo quitaremos. Si los pobres se ponen de acuerdo ellos son los más fuertes.
Pepe.- Pero, entonces, cuando no hubiera ya más señores, ¿cómo haríamos para vivir? ¿Quién nos daría trabajo?.
Jorge.- ¡Parece imposible! ¿Cómo? Lo estáis viendo todos los días; sois vosotros quienes caváis, sembráis, segáis, trilláis y lleváis el grano al granero; sois vosotros quienes hacéis el vino, el aceite, el queso,¿y me preguntas cómo haríais para vivir sin los señores? Pregunta más bien: ¿cómo vivirían ellos si no fuésemos nosotros, pobres imbéciles, trabajadores del campo y de la ciudad, que somos los que les alimentamos, vestimos y... suministramos nuestras hijas para que puedan divertirse? Hace poco querías agradecer a los amos porque nos dan con qué vivir. ¿No comprendes que son ellos los que viven de nuestros esfuerzos y que cada pedazo de pan que se llevan a la boca es quitado a nuestros hijitos? ¿Que todo regalo que hacen a sus mujeres representa el hambre, la miseria, el frío, tal vez la prostitución de las mujeres nuestras? ¿Qué es lo que producen los señores? Nada. Por consiguiente todo aquello que consumen es quitado a los trabajadores. Figúrate que mañana desaparecieran todos los trabajadores del campo; no habría quien trabajase la tierra y se morirían de hambre; si desaparecieran los albañiles, no se podrían hacer casas, y así en todos los demás ramos; por cada clase de trabajadores que faltara, se suspendería un ramo de producción, y el hombre tendría que privarse de objetos útiles y necesarios. ¿Pero qué daño sufriríamos si desapareciesen los señores? Sería como si desapareciese la langosta.
Pepe.- Sí, está muy bien; nosotros producimos todo; pero ¿cómo hago para producir el grano si no tengo tierras, ni animales, ni semillas? Vamos, te digo que no hay manera de arreglarlo; por fuerza hay que estar sujeto a los amos.
Jorge.- Pero, Pepe, ¿nos entendemos o no? Me parece que ya lo he dicho; necesitamos desposeer a los amos de todo aquello que sirve para trabajar y vivir: la tierra, los instrumentos, las semillas y todo lo demás. Sé muy bien que mientras la tierra y los instrumentos de trabajo pertenezcan a los amos, el trabajador estará sujeto siempre y no tendrá más que esclavitud y miseria. Por eso, y retenlo bien en la memoria, lo primero que habrá que efectuar es quitar los bienes a los señores; si no el mundo no se arregla.

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