Como
no quería alargarme mucho más en el articulo anterior, añado simplemente una conversación
que recrea Enrico Malatesta entre dos campesinos. Se trata de una conversación ficticia
pero muy sugerente. Simplemente por debatir sobre “trabajo” y
“esfuerzo” que con tanto bombo y platillo hablan en el artículo.
Pepe.- Sobre
esto tienes todas las razones, pero volvamos a nuestro
pensamiento. ¿Es
verdad o no que queréis apoderaros de los bienes ajenos?.
Jorge.- No
es verdad; nosotros no queremos quitar nada a nadie; pero queremos
que el pueblo tome los bienes de los señores, los bienes a quien los
tiene, para ponerlos en común para todos. Al hacer esto el pueblo no
quitaría nada a los demás, sino que entra- ría simplemente en
posesión de lo que es suyo.
Pepe.- ¿Cómo
es eso? ¿Es
que son nuestros los bienes de los amos?.
Jorge.- Ciertamente:
son bienes nuestros, son bienes de todos. ¿Quién
ha dado esas riquezas, a los señores? ¿Cómo
han hecho para ganárselas? ¿Qué
derecho tenían a posesionarse de ellas y qué derecho tienen a
conservarlas?.
Pepe.- Sé
las han dejado sus antepasados.
Jorge.- ¿Y
quién las dio a sus antepasados? ¡Cómo!
Algunos hombres más fuertes y más afortunados se posesionaron de
todo lo que existe, obligaron a los otros a trabajar para ellos y, no
contentos con vivir ellos en el ocio, oprimiendo y condenando al
hambre a la gran masa de sus contemporáneos, dejaron a sus hijos y a
los hijos de sus hijos las riquezas que habían usurpado, condenando
a toda la humanidad futura a ser esclava de sus descendientes, los
cuales, enflaquecidos por el ocio y por el hecho de poder hacer todo
lo que quieren sin dar cuenta a nadie, si no lo tuviesen todo a mano,
y quisieran ahora arrancárnoslo por la fuerza como hicieron sus
padres, nos causarían verdaderamente piedad. ¿Y
a ti te parece justo todo esto?.
Pepe.- Si
se tomaron los bienes por la fuerza, entonces no. Pero los señores
dicen que sus riquezas son el fruto del trabajo, y no me parece que
esté bien el quitar a uno lo que ha producido con sus esfuerzos.
Jorge.- ¡Eso
es, siempre la misma historia! Los que no trabajan y no han trabajado
nunca, hablan siempre en nombre del trabajo. Ahora, ¿cómo
se produce y quién ha producido la tierra, los metales, el carbón,
las piedras y otras cosas semejantes? Estas cosas, las haya hecho
Dios o existan por obra espontánea de la naturaleza, lo cierto es
que todos, al venir al mundo, las hemos encontrado; por tanto
deberían servir para todos. ¡Qué
dirías si los amos se quisieran apoderar del aire para aprovecharlo
ellos y darnos a nosotros sólo una pequeña parte y de la más
maloliente, haciéndola pagar con sacrificios y sudores? La única
diferencia entre la tierra y el aire es que han hallado para la
tierra el modo de apoderarse de ella y dividirla entre ellos, y para
el aire no; pues si encontrasen el medio, harían con el aire lo que
han hecho con la tierra.
Pepe.- Es
verdad; esta me parece una razón justa; la tierra y todo lo que no
ha hecho nadie, deberían ser de todos... Pero no todas las cosas se
han encontrado bellas y listas.
Jorge.- Ciertamente,
hay muchísimas cosas que han sido producidas por el trabajo del
hombre, la tierra misma no tendría sino poco valor de no haber sido
desmontada y abonada por la obra humana. Y bien, esas cosas deberían
por justicia pertenecer a quien las ha producido. ¿Por
qué milagro se encuentran precisamente en manos de aquellos que no
hacen nada y que no han hecho nunca nada?.
Pepe.- Pero
los amos dicen que sus antepasados han trabajado y ahorrado.
Jorge.- Y
deberían decir, en cambio, que sus antepasados han hecho trabajar a
los demás sin pagarles, lo mismo que se hace ahora. La historia nos
enseña que las condiciones del trabajador han sido siempre
miserables y que, lo mismo que ahora, el que ha trabajado sin
explotar a otros, no sólo no ha podido hacer nunca economías, sino
que no ha tenido siquiera bastante para aplacar el hambre. Observa
los ejemplos que tienes ante los ojos: todo lo que producen los
trabajadores, de mano en mano, ¿no
va quizá a manos de los patronos que se contentan con mirar? Hoy uno
compra por poco dinero una parcela inculta y pantanosa; pone allí
hombres a quienes apenas da lo necesario para que no se mueran de
hambre de golpe, y queda en el ocio de la ciudad. Después de algunos
años aquel pedazo inútil de tierra se ha convertido en un jardín y
vale cien veces más de lo que valía al comienzo. Los hijos del amo,
que heredarán ese tesoro, dirán que disfrutan por los sudores de su
padre y los hijos de los que han trabajado y sufrido realmente
continuarán trabajando y sufriendo. ¿Qué
te parece?.
Pepe.- Pero
si verdaderamente, como tú dices, el mundo ha marchado siempre como
ahora, no hace falta decirlo, a los amos no les correspondería
absolutamente nada.
Jorge.- Pues
bien, quiero suponer todo a favor de los amos. Dejemos sentado que
los propietarios fuesen todos hijos de gente que ha trabajado y
ahorrado y los trabajadores hijos todos de hombres holgazanes y
malgastadores. Ten presente que es un absurdo lo que digo, pero sin
embargo, aunque las cosas estuviesen así, ¿habría
por eso tal vez mayor justicia en la actual organización social?. Si
tú trabajas y yo hago de vagabundo, es justo que sea castigado por
mi holgazanería; pero no es justo por esto que mis hijos, que podrán
ser buenos trabajadores, tengan que reventar de cansancio y morir de
hambre para mantener a tus hijos en el ocio y en la abundancia.
Pepe.- Cosas
son esas en las que no puedo menos que darte la razón; pero entre
tanto los señores poseen los bienes, y al fin y, al cabo debemos
darles las gracias, porque sin ellos no se podría vivir.
Jorge.- Sí;
poseen los bienes porque los han obtenido con la violencia y los han
aumentado apropiándose del fruto del trabajo de los demás. Pero del
mismo modo que nos los han quitado, pueden dejarlos. Hasta hoy en el
mundo los hombres se han hecho la guerra unos a otros, han buscado el
modo de quitarse el pan de la boca y cada uno ha hecho lo posible
para someter a su Semejante y servirse de él como una bestia. Pero
ya es tiempo de que esto concluya. En hacernos la guerra no ganamos
nada; el hombre, precisamente, sólo ha ganado miseria, esclavitud,
crímenes, prostitución y, además, de tanto en tanto, alguna de
esas sangrías llamadas guerras o revoluciones. Si, al contrario, nos
pusiéramos de acuerdo, amándonos y ayudándonos los unos a los
otros, no existirían tantos males, no habría quien tuviera mucho y
otros poco, y se buscaría la manera de estar todos lo mejor posible.
Sé bien que los ricos, que se han habituado a mandar y a vivir sin
trabajar, no querrán saber nada cuando se trate de cambiar de
sistema. Veremos lo que dicen. Si quisieran comprender por las buenas
o por miedo, que el odio y la superioridad entre los hombres no deben
existir y que todos deben trabajar, tanto mejor; pero si, por el
contrario, quieren continuar gozando del fruto de la violencia y del
robo de sus antepasados, entonces la solución es fácil. Por la
fuerza se han apropiado de todo lo que existe; pues por la fuerza
nosotros se lo quitaremos. Si los pobres se ponen de acuerdo ellos
son los más fuertes.
Pepe.- Pero,
entonces, cuando no hubiera ya más señores, ¿cómo
haríamos para vivir? ¿Quién
nos daría trabajo?.
Jorge.- ¡Parece
imposible! ¿Cómo?
Lo estáis viendo todos los días; sois vosotros quienes caváis,
sembráis, segáis, trilláis y lleváis el grano al granero; sois
vosotros quienes hacéis el vino, el aceite, el queso,¿y me
preguntas cómo haríais para vivir sin los señores? Pregunta más
bien: ¿cómo
vivirían ellos si no fuésemos nosotros, pobres imbéciles,
trabajadores del campo y de la ciudad, que somos los que les
alimentamos, vestimos y... suministramos nuestras hijas para que
puedan divertirse? Hace poco querías agradecer a los amos porque nos
dan con qué vivir. ¿No
comprendes que son ellos los que viven de nuestros esfuerzos y que
cada pedazo de pan que se llevan a la boca es quitado a nuestros
hijitos? ¿Que
todo regalo que hacen a sus mujeres representa el hambre, la miseria,
el frío, tal vez la prostitución de las mujeres nuestras? ¿Qué
es lo que producen los señores? Nada. Por consiguiente todo aquello
que consumen es quitado a los trabajadores. Figúrate que mañana
desaparecieran todos los trabajadores del campo; no habría quien
trabajase la tierra y se morirían de hambre; si desaparecieran los
albañiles, no se podrían hacer casas, y así en todos los demás
ramos; por cada clase de trabajadores que faltara, se suspendería un
ramo de producción, y el hombre tendría que privarse de objetos
útiles y necesarios. ¿Pero
qué daño sufriríamos si desapareciesen los señores? Sería como
si desapareciese la langosta.
Pepe.- Sí,
está muy bien; nosotros producimos todo; pero ¿cómo
hago para producir el grano si no tengo tierras, ni animales, ni
semillas? Vamos, te digo que no hay manera de arreglarlo; por fuerza
hay que estar sujeto a los amos.
Jorge.- Pero,
Pepe, ¿nos
entendemos o no? Me parece que ya lo he dicho; necesitamos desposeer
a los amos de todo aquello que sirve para trabajar y vivir: la
tierra, los instrumentos, las semillas y todo lo demás. Sé muy bien
que mientras la tierra y los instrumentos de trabajo pertenezcan a
los amos, el trabajador estará sujeto siempre y no tendrá más que
esclavitud y miseria. Por eso, y retenlo bien en la memoria, lo
primero que habrá que efectuar es quitar los bienes a los señores;
si no el mundo no se arregla.